Proyecto TGSRH, realiza documento que lleva por nombre “Acortar las brechas de género en la gestión comunitaria del agua”, en el que se identifican seis brechas referentes a las relaciones entre mujeres y hombres en diferentes espacios, de acuerdo a experiencias en el Occidente de Nicaragua, incluyendo información sustentada de otras iniciativas promovidas por distintas organizaciones.
Guía disponible en 2000 impresos y en el formato de PDF como parte del módulo de Género dirigido a las personas integrantes de las juntas directivas de los Comités de Agua Potable y Saneamiento (CAPS). Los talleres de capacitación serán impartido en dos modalidad: a través de video conferencias y para aquellos CAPS que no cuentan con señal Wifi, de manera presenciales, tomado todas las medidas preventivas recomendadas contra la COVID-19. Estos eventos están programados a partir del diciembre 2020.
Marcados por el sexo
En la primera brecha de género en el documento, la autora al realizar un análisis de género en la gestión del agua, lleva a preguntarnos: ¿quién participa?, ¿quién tiene el poder?, ¿quién toma las decisiones? ¿En qué medida? Porque solo teniendo claras las causas de las brechas entre mujeres y hombres en la participación comunitaria, especialmente en el uso y manejo del agua, se podrá avanzar hacia propuestas y prácticas respetuosas que ayuden a relacionarse con equidad.
La licenciada Brenda Alaníz analiza que, “cuando una persona nace hombre o mujer, comienza a aprender en la familia lo que es masculino y lo que es femenino. Así los papeles, roles y deberes varían según la cultura, las épocas y dan origen a diferentes tipos de creencias como: qué tipo o color de ropa debe de usar, los juguetes o juegos permitidos según su sexo, las profesiones a estudiar y qué tipo de trabajo debe realizar...”.
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Sobre los roles impuestos
Alaníz describe que durante la administración del agua: “Están las creencias sobre quién garantiza el agua y quién la usa. Esto se aprende en la familia, desde los primeros años de vida. Este es uno de los roles impuestos a las mujeres. Así la madre enseña a su hija que debe acompañarla a buscar el agua para atender el hogar. En cambio, el padre enseña al hijo que debe aprender a manejar la huerta”.
Esta distribución de roles deja ver que, a las mujeres, les toca la parte más desventajosa en estos espacios: quedarse encerradas en la casa. Una contradicción clara en esta creencia es que, por un lado cae sobre las espaldas de las mujeres, el garantizar el agua a como sea pero, cuando se construye un sistema de agua y se entrega a la comunidad, se piensa que es trabajo de hombres encargarse de la gestión, administración y mantenimiento del sistema.
Cuando las mujeres logran participar con entusiasmo en la gestión y control del sistema de agua, lo hacen sabiendo que aumentan sus tareas y es más trabajo para ellas y nadie lo ve. Ellas siguen asumiendo la carga doméstica, el cuido de menores y de las personas ancianas o con alguna discapacidad, mientras los hombres, por lo general, no asumen estas responsabilidades. Solo se dedican a manejar el servicio de agua, realizar los trámites o gestiones para resolver alguna avería o mejoras del sistema del agua.
En la presentación de esta primer brecha de género, se aclara que son las desigualdades, en todos los niveles de la sociedad, que desvalora, impide y no acepta, el trabajo y aporte de las mujeres cuando no tienen acceso a la educación, la salud o menosprecia su trabajo al no tener un salario justo, a educarse en el oficio que más les parezca, dominar los avances en la tecnología y a participar en todas los campos en donde las mujeres se sientan competentes.